La nueva normativa sobre residuos de la UE contempla etiquetas energéticas y de ecodiseño para baterías similares a las de los frigoríficos, con información sobre su durabilidad o resistencia a los golpes.
Las baterías mueven el mundo moderno. Nos proporcionan la energía que necesitamos y determinan el futuro de la movilidad sostenible. Pero su gestión y adecuado tratamiento, de modo que se recuperen los componentes valiosos que incluyen y se minimice su impacto ambiental, representa un desafío.
Europa quiere ampliar la duración de estos dispositivos, facilitar su reciclaje o reutilización e impedir que lleguen a los vertederos. Para ello, es preciso disponer de información detallada sobre cada batería a lo largo de toda su cadena de valor, desde la procedencia de los materiales que la conforman y su eficiencia energética hasta su capacidad de carga. Una información que permita a todas las partes interesadas (fabricantes, consumidores, recicladores, etc.) tomar decisiones sostenibles respecto a su manejo y tratamiento como residuo al finalizar su vida útil.
El consumo de baterías ha aumentado considerablemente en los últimos años. Estos dispositivos se emplean en una gran variedad de aplicaciones que van desde aparatos eléctricos y electrónicos como ordenadores o teléfonos móviles, componentes para coches eléctricos y vehículos eléctricos ligeros como bicicletas y patinetes, almacenamiento de energía, así como para usos industriales. Además, el Foro Económico Mundial prevé un auge importante de su demanda, principalmente por el incremento del transporte eléctrico en la transición hacia energías limpias.
En su composición hay elementos procedentes de recursos finitos y, algunos de ellos, escasos en Europa como el cobalto, el litio o el grafito, que la Comisión Europea considera materias primas fundamentales. Así pues, cuando una batería llega al final de su vida útil, debe gestionarse adecuadamente por dos motivos principales:
Una vez se clasifican en base a su composición y peligrosidad, los residuos de baterías se trasladan a plantas de tratamiento autorizadas. Aplicando la jerarquía de residuos, en las plantas se recuperan los componentes valiosos, principalmente metales, que se reincorporan en nuevas baterías o en otros procesos productivos (materias primas secundarias), contribuyendo de este modo a la economía circular. Los componentes que no puedan reciclarse pueden recibir tratamiento de valorización, generándose la mínima cantidad posible de residuos destinados a eliminación en vertedero.
En España, en el marco de la responsabilidad ampliada del productor, este debe hacerse cargo de la recogida y gestión de los residuos de baterías que haya puesto en el mercado. Los productores de baterías son los que organizan y financian el tratamiento y reciclaje de estos residuos recogidos en instalaciones autorizadas.
La Ley 7/2022 de residuos y suelos contaminados para una economía circular, en su artículo 20, establece que cuando los residuos se entreguen a un gestor intermedio o negociante, la responsabilidad del productor inicial u otro poseedor del residuo acaba cuando quede debidamente documentado el tratamiento completo y final.
Entre sus estrategias y medidas para el fomento de la economía circular, la Unión Europea propone nuevas normas para las baterías de los vehículos eléctricos y los dispositivos móviles, de manera que estas sean más duraderas y fáciles de manipular y reparar.
A partir del 20 de junio del 2025, los teléfonos móviles y tabletas comercializados en el mercado europeo deberán mostrar una etiqueta energética en escala AG con información sobre su eficiencia energética, duración de la batería, protección contra el polvo y el agua y resistencia a las caídas o los rayones accidentales.
Esta es también la primera vez que un producto comercializado en la UE deberá incluir una etiqueta con una puntuación de reparabilidad, que mostrará cuán fácil es su reparación. El objetivo de esta etiqueta energética para dispositivos electrónicos es promover el consumo sostenible y ayudar a los consumidores a tomar decisiones de compra más informadas a la hora de adquirir estos productos.
Entre los requisitos mínimos del Reglamento sobre diseño ecológico de la UE recientemente aprobado, se incluye el de concebir baterías más duraderas. Estas deberán soportar al menos 800 ciclos de carga y descarga manteniendo el 80% de su capacidad inicial.
También se aplican normas sobre desmontaje y reparación, incluida la obligación para los productores de diseñar los dispositivos de modo que las baterías se puedan retirar fácilmente sin dañar el producto, así como proporcionar instrucciones para que pueda hacerse de forma segura.
Además, deben suministrar piezas de repuesto en un plazo rápido y durante al menos siete años después del final de las ventas del modelo. Estas nuevas reglas ayudarán a optimizar el uso y facilitar el reciclaje de materias primas críticas.
En cuanto a las baterías en la movilidad eléctrica disponibles en el mercado de la UE, a partir de febrero del 2027 deberán incluir un «pasaporte de batería» que proporcionará una visión completa de su ciclo de vida. Este se identificará con un código QR y contendrá un amplio abanico de información, incluida la duración o vida útil operativa prevista de la batería, el origen de sus componentes, así como detalles sobre su producción o el historial de mantenimiento. La responsabilidad de facilitar y actualizar esta información recae en quien introduce la batería en el mercado.
Los pasaportes digitales de baterías servirán de instrumento para aumentar la transparencia y promover una cadena de valor circular de la batería. Esto facilitará la comunicación y colaboración en toda la cadena de suministro, compartiendo datos cruciales para optimizar el uso de las baterías y garantizar un reciclado eficiente.
El reglamento establece unos niveles mínimos obligatorios de materiales recuperados de residuos de baterías para distintos plazos. Así como los porcentajes mínimos de contenido reciclado a partir de residuos de fabricación y de consumo para su uso en nuevas baterías.
En línea con los objetivos europeos de circularidad, el «Green Deal» y la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible, la recuperación de los componentes valiosos contenidos en las baterías una vez finalizada su vida útil y la obtención de materias primas secundarias hace que los materiales se mantengan en la economía durante el mayor tiempo posible. Así, se reduce la necesidad de materias primas nuevas.
Alargar la vida de las baterías, hacer que estas duren más, y promover su reparación disminuye la demanda de materias primas vírgenes y también la generación de residuos electrónicos. De este modo se logra una economía más sostenible y eficiente en el uso de los recursos naturales. Todas estas medidas «ayudan a hacer que la economía de la UE sea más circular, ahorrar energía, reducir nuestra huella de carbono, apoyar modelos de negocio circulares y ofrecer los beneficios del Pacto Verde Europeo a los consumidores», afirman desde la CE.