¿Dónde termina la responsabilidad del productor del residuo?

"Ya no llega con parecer verde, ahora hay que serlo y demostrarlo". Miguel Varela comparte su visión a través de este artículo sobre cómo es cada vez más importante que la empresa productora se responsabilice de los residuos que produce hasta su tratamiento final. La normativa europea de residuos con el control riguroso de la trazabilidad y el incremento de obligaciones de los productores del residuo crean un nuevo escenario en el que también surgen oportunidades económicas.

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La madrugada del 13 de mayo de 2016 se desataba un terrible incendio en el vertedero de neumáticos de Seseña, entre Madrid y Castilla-La Mancha. 90.000 toneladas de neumáticos almacenados ilegalmente en una instalación que acumulaba denuncias fueron pasto de las llamas, provocando una humareda tóxica que obligó a evacuar a miles de vecinos de la localidad. 

Muchos países en vías de desarrollo acaban convirtiéndose en la vía fácil para hacer desaparecer los residuos de países más ricos. Podemos citar algunos ejemplos como el cementerio de fast fashion del desierto de Atacama, en Chile, en el que toneladas de ropa y residuos textiles se acumulan sin control; el vertedero de residuos electrónicos de Agbogbloshie en Ghana o los desechos plásticos que acaban en países del sudeste asiático como Filipinas. No obstante, la INTERPOL advierte que los delitos relacionados con el tráfico de residuos son altamente beneficiosos y no hacen más que crecer

¿Qué tienen en común el incendio de Seseña con el vertedero de e-waste de Ghana o con el cementerio de ropa de Atacama? Temas de control e inspección aparte, todas estas situaciones tienen una causa en común: la falta de responsabilidad de las empresas que produjeron esos residuos. Porque estos desechos no aparecieron por arte de magia en un vertedero de un país en desarrollo, tienen un origen con nombres y apellidos.

“Ojos que no ven, corazón que no siente”

No lo escucharás con estas palabras pero, lamentablemente, es la actitud de muchas compañías a la hora de gestionar sus residuos: “la basura solo es mi problema cuando está dentro de casa”. Una vez que el residuo sale de mi centro, traspaso el problema a otro. Conciencia tranquila. 

Para evitar los problemas de contaminación derivados de la gestión ilegal de residuos, problemas que acaban afectando gravemente la salud de las personas, es fundamental que la empresa productora se responsabilice de los residuos que produce hasta su tratamiento final

El tsunami normativo europeo de residuos va por esta línea: control riguroso de la trazabilidad desde el origen hasta el último tratamiento e incremento de los deberes de los productores del residuo, que deben responsabilizarse de una gestión diligente de los mismos. Esto no es nada nuevo: principios como el de proximidad, precaución o el popular “el que contamina paga”, son los pilares de la legislación ambiental. 

Sin contar las oportunidades económicas que surgen al favorecer que los residuos vayan por los cauces adecuados para reintegrarse como recursos en la economía circular o las presiones de los consumidores y los mercados, cada vez más exigentes con los criterios medioambientales de las compañías: ya no llega con parecer verde, ahora hay que serlo y demostrarlo.

La responsabilidad del productor del residuo. 

La Directiva marco 2008/98 de residuos establece en su artículo 15 dos conceptos importantes relacionados con los deberes y responsabilidades del productor del residuo:  

  1. Que la responsabilidad del productor inicial o del poseedor del residuo no acaba hasta llevar a cabo una operación de valorización o de eliminación completa (final).
  2. Que cada Estado Miembro puede decidir cuál es el esquema y las condiciones de esta responsabilidad, compartida o delegada, entre los actores de la cadena de la gestión de residuos. 

De esta forma, cada Estado puede decidir hasta qué punto sitúa el punto de mira en el productor, el origen del residuo. Esa responsabilidad puede ser total hasta el tratamiento final del mismo, compartida con el resto de participantes de la cadena de valor del residuo o delegada una vez que el residuo se entrega a un gestor, independientemente del tratamiento que le aplique.

La responsabilidad compartida del productor está presente desde hace años en países como Francia, Reino Unido o Alemania (recomendamos este estudio comparado de ASEGRE de hace unos años). 

Este modelo aumenta el compromiso del productor con la gestión y el tratamiento adecuado del residuo, lo desacopla en parte de criterios meramente económicos y fomenta el control y la autoconciencia del volumen de residuos producidos, lo que sin duda estimula a las empresas a mejorar la gestión de sus residuos como, por ejemplo: 

  • Poniendo en marcha estrategias de prevención, reducción y minimización de residuos, la “hermana pobre” de la economía circular como denunciaba el Laboratorio de Ideas sobre Residuos LIR
  • Buscando alternativas de gestión que prioricen reintroducir este recurso en la cadena productiva, algo cada vez más importante dado el escenario geopolítico de escasez de materias primas. 

En España, el cambio al modelo de responsabilidad compartida es reciente, desde la publicación de la Ley 7/2022 de residuos y suelos contaminados para una economía circular (LERSEC). En su artículo 20 sobre las obligaciones del productor inicial u otro poseedor, se indica que cuando los residuos se entreguen a un gestor intermedio o negociante, la responsabilidad del productor inicial o poseedor del residuo acaba cuando quede debidamente documentado el tratamiento completo y final. Se aclaran también las operaciones de tratamiento intermedio: valorización R12 y R13 y las de eliminación D8, D9, D13, D14 y D15, según los anexos I y II de la Directiva marco de residuos CE 2008/98.

Un nuevo escenario, unas nuevas reglas de juego.

Escasez de materias primas y recursos. Población en crecimiento. Calentamiento global. Economía Circular. Servitización. Green Deal. Descarbonización y digitalización ... conceptos que resuenan cada vez más en estos convulsos años 20 que vieron la luz de la mano de la crisis sanitaria de la COVID-19. 

Los residuos, tradicionalmente la cenicienta del sector ambiental, tratados adecuadamente y transformados en recursos son un elemento fundamental para reducir los gases de efecto invernadero que causan el calentamiento global, generar nuevos modelos de negocio, flujos económicos y puestos de trabajo y, sobre todo, para proteger la salud de los ecosistemas y de las personas que habitamos el planeta, cosa que a veces se nos olvida. 

La responsabilidad del productor del residuo hasta su tratamiento final es sin duda una de las herramientas más efectivas para conseguir precisamente esto. Aún queda un largo camino por recorrer pero cada vez son más las organizaciones que deciden dar un paso más allá en lo que a la gestión de sus residuos se refiere. 

¿Se acabó sacar la basura y olvidarnos? Lo veremos.  

Fecha
19/4/23
Categoría
Normativa
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