Donald Trump, el efecto mariposa y el fin de la sostenibilidad tal y como la conocemos

Miguel Varela, fundador de TEIMAS, comparte en este artículo de opinión una reflexión profunda sobre los cambios que están configurando una nueva visión de la sostenibilidad.

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El efecto mariposa es un fenómeno descrito en la teoría del caos que viene a decir que un suceso en apariencia pequeño, como el aleteo de una mariposa, puede provocar una secuencia de acontecimientos de una magnitud relevante, como un terremoto en otra parte del mundo.  

No hay necesidad de recurrir a teorías físicas para explicar todo lo que ha pasado desde la toma de posesión de Donald Trump como presidente reincidente de los Estados Unidos. Cada día nos despertamos con una nueva dosis de aranceles, manifestaciones y desatinos varios que provocan un terremoto en los mercados financieros pero también en cómo y qué hacemos en nuestro día a día: lo que antes era prioritario o estratégico pasa a un segundo, tercer o cuarto plano. 

No sé si podemos afirmar que haya un cambio de ciclo histórico pero, al menos, lo que es seguro es que hay un cambio de tercio en algunos aspectos, entre ellos la sostenibilidad. Durante los últimos 15 años la sostenibilidad ha sido el mantra corporativo por excelencia, empresas de todos los sectores han inundado sus informes anuales y, sobre todo, sus mensajes comerciales con compromisos de reducción de emisiones, objetivos de desarrollo sostenible, reciclaje y economía circular. 

La llegada del nuevo inquilino de la Casa Blanca ha sido, quizás, el punto de inflexión definitivo de un movimiento generalizado de retroceso en los compromisos climáticos públicos y privados. Podemos ver en la hemeroteca reciente titulares como la salida de EEUU del Acuerdo de París (drill, baby drill), el abandono de Climate Action 100 por parte de gigantes financieros como JPMorgan o BlackRock o el nuevo discurso de la Presidenta von der Leyen que habla de defensa y rearme

Sea teoría del caos o caos en estado puro, en todo caso, el cambio de tendencia es evidente. 

¿Es el fin de la sostenibilidad como la conocemos? 

Me acuerdo mucho últimamente de ese tema de REM It’s the End of the World as We Know It (and I Feel Fine) y, llevándolo a nuestro entorno, estoy convencido que sí, que es el fin de la sostenibilidad tal como la conocíamos. Y creo que está bien.  

Es el fin, sí. Casos como los de Lego o Unilever muestran cómo, cuando la sostenibilidad no se traduce en beneficios tangibles, las estrategias corporativas cambian de rumbo. Unilever, por ejemplo, ha redefinido su enfoque y este giro no es casualidad: llega después de que las acciones de la empresa alcanzaran su nivel más bajo en cinco años, generando una fuerte presión para priorizar el crecimiento financiero. La sostenibilidad ha dejado de ser una prioridad cuando se percibe como un obstáculo para el crecimiento económico y la competitividad.

Y está bien, sí. Esto no significa que vaya a perder relevancia. Al contrario, creo que gana peso si las corporaciones pasan de discursos grandilocuentes a estrategias más prácticas. En lugar de promesas de "net zero en 2050" (¿en serio alguien es capaz de pensar lo que va a pasar dentro de 25 años?), el foco podría estar en acciones más tangibles, como el consumo de energía de origen renovable, la  gestión correcta de los residuos, la reducción de costes y la eficiencia operativa

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Sostenibilidad con los pies en la tierra: de basura, a residuos y de residuos a recursos. 

Aterrizamos un poco más en el caso que nos toca más de cerca. Hablemos de residuos. 

Por un lado, sin un control claro sobre dónde se generan los residuos, cómo se transportan y quién los gestiona, resulta difícil garantizar su correcto tratamiento. Y ya no basta con deshacerse de los desechos, sino que las empresas tienen que responder a su “deber de cuidado” y asegurarse de que su manejo, transporte y disposición final se realicen conforme a la normativa

Por otro lado, la reducción de residuos se presenta como una necesidad urgente. Más allá de la obligación legal o de imagen, hay un argumento económico de peso: la escasez de recursos y el consecuente aumento de precios

Materiales como las tierras raras son cada vez más difíciles de conseguir, lo que impulsará (u obligará) a las empresas a adoptar un enfoque más circular. Reintegrar los residuos en el ciclo productivo o establecer colaboraciones para extraer valor de los desechos no solo es una medida de sostenibilidad, sino también una estrategia inteligente de negocio.

En este contexto, la digitalización juega un papel fundamental, no ya solo por cumplimiento legal sino por la necesidad de medir, analizar y optimizar los procesos de gestión de residuos, en definitiva, conseguir la excelencia operativa que saque el mayor provecho económico de unos recursos que tradicionalmente han sido desechados

A pesar de todos los cambios políticos, sectores como la construcción o la industria en general seguirán generando enormes cantidades de residuos, y su correcta gestión será clave no solo por cuestiones ambientales, sino también económicas

Saber qué pasa con los desechos, garantizar una trazabilidad transparente y optimizar su tratamiento será cada vez más relevante en un mundo donde, de puertas para dentro, la sostenibilidad ya no vende tanto, pero la eficiencia sí. En definitiva, pasar del problema de la basura a la oportunidad de los recursos.

Empezamos con un presidente norteamericano y acabamos con otro. Al final no estaba muy desencaminado Bill Clinton cuando decía aquello de It’s the economy stupid Por algo será economía circular ¿no?

Fecha
29/4/25
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Recursos
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